La ética es uno de los componentes inevitables del comportamiento humano; forma parte de la condición humana y por tanto el educador, quiera o no, sea consciente o
no, educa también en la moralidad y los valores aunque sea por la sola impregnación o transmisión mecánica e imitativa de actitudes y por tanto de valores. No obstante las sociedades han cambiado considerablemente en la última mitad de este siglo y por tanto han cambiado también en los modelos de educación ético-moral.
Es propio de la sociedad tradicional un modelo de “valores absolutos” en congruencia con su carácter conservador e incluso autoritario. Estos valores se consideran eternos e inmodificables, verdades intemporales, e inspiran métodos como la instrucción, el adoctrinamiento y otros.
Este modelo social educativo está empero en crisis; que se ha transmitido a los propios valores que ahora se han concebido como relativos y privados de cualquier fundamento. No hay entre ellos ninguna diferencia, todos son igualmente preferibles, no hay superioridad de unos sobre otros, todo es relativo y depende de la opinión del individuo.
Esta situación conduce inevitablemente al escepticismo moral, a su extremo que es el nihilismo, al convencionalismo y al irracionalismo, porque si no hay razones para determinar valores entonces todo es cuestión de preferencias. Así nos encontramos que la parte más importante de la vida humana no es conducida por la razón, nos abandonamos a lo instintos, las inclinaciones, los placeres. Esa actitud comporta la negación de los valores básicos, la negación de las verdades en el campo de la Ética y por último de la misma posibilidad de educar en valores y de que el hombre pueda guiarse por sí mismo racionalmente.
Por tanto es necesario un modelo de educación Ético que supere esta situación, que no sea doctrinario, que enseñe mediante la razón y el diálogo y que se utilice para buscar unas verdades y unos principios que hagan posible la convivencia en la sociedad democrática.
Se trata sobre todo de estimular el gusto por el razonamiento y la argumentación bien conducida, las actitudes reflexivas, el diálogo como medio para la comprensión del otro y de uno mismo, como método para llegar a construir principios y valores, que si no pretenden ser absolutamente verdaderos, sí pretenden ser aceptables como principios reguladores de la propia conducta y de las relaciones para llegar a formas de vida justas y mejores.
Se intenta construir valores y personas capaces de justificar racionalmente sus vidas, respetuosas, para con otros puntos de vista diferentes de entender y vivir la vida. Esto es posible mediante la construcción de un sujeto racional y autónomo que respete la autonomía de los otros y haga respetar su libertad y autonomía.
no, educa también en la moralidad y los valores aunque sea por la sola impregnación o transmisión mecánica e imitativa de actitudes y por tanto de valores. No obstante las sociedades han cambiado considerablemente en la última mitad de este siglo y por tanto han cambiado también en los modelos de educación ético-moral.Es propio de la sociedad tradicional un modelo de “valores absolutos” en congruencia con su carácter conservador e incluso autoritario. Estos valores se consideran eternos e inmodificables, verdades intemporales, e inspiran métodos como la instrucción, el adoctrinamiento y otros.
Este modelo social educativo está empero en crisis; que se ha transmitido a los propios valores que ahora se han concebido como relativos y privados de cualquier fundamento. No hay entre ellos ninguna diferencia, todos son igualmente preferibles, no hay superioridad de unos sobre otros, todo es relativo y depende de la opinión del individuo.
Esta situación conduce inevitablemente al escepticismo moral, a su extremo que es el nihilismo, al convencionalismo y al irracionalismo, porque si no hay razones para determinar valores entonces todo es cuestión de preferencias. Así nos encontramos que la parte más importante de la vida humana no es conducida por la razón, nos abandonamos a lo instintos, las inclinaciones, los placeres. Esa actitud comporta la negación de los valores básicos, la negación de las verdades en el campo de la Ética y por último de la misma posibilidad de educar en valores y de que el hombre pueda guiarse por sí mismo racionalmente.
Por tanto es necesario un modelo de educación Ético que supere esta situación, que no sea doctrinario, que enseñe mediante la razón y el diálogo y que se utilice para buscar unas verdades y unos principios que hagan posible la convivencia en la sociedad democrática.
Se trata sobre todo de estimular el gusto por el razonamiento y la argumentación bien conducida, las actitudes reflexivas, el diálogo como medio para la comprensión del otro y de uno mismo, como método para llegar a construir principios y valores, que si no pretenden ser absolutamente verdaderos, sí pretenden ser aceptables como principios reguladores de la propia conducta y de las relaciones para llegar a formas de vida justas y mejores.
Se intenta construir valores y personas capaces de justificar racionalmente sus vidas, respetuosas, para con otros puntos de vista diferentes de entender y vivir la vida. Esto es posible mediante la construcción de un sujeto racional y autónomo que respete la autonomía de los otros y haga respetar su libertad y autonomía.
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